ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL iNSTITUTO BALSEIRO
por Arturo López Dávalos y Norma Badino
(Documento histórico publicado en el año 1994)
Para ubicar históricamente el origen del Instituto Balseiro, es necesario hacer una reseña del desarrollo de la física en la Argentina. Un antecedente digno de mención es la estadía en nuestro país del físico italiano Ottaviano Fabrizio Mossotti (1791-1863). Este científico, quien años más tarde hiciera importantes contribuciones a la teoría de los medios dieléctricos, vino a la Argentina en 1827 a la edad de 36 años.
Su venida fue resultado de las gestiones llevadas adelante por Rivadavia para modernizar el sistema educativo argentino. Permaneció en el país hasta 1834 y si bien no encaró durante su estadía investigaciones originales en física, hizo importantes observaciones astronómicas que fueron publicadas en revistas europeas y que se destacaban por el valor original como observaciones del cielo austral. Mossotti fue profesor en el Colegio de Ciencias Morales, contándose entre sus alumnos: Antonio Aberastain, quien luego fue gobernador de San Juan, Indalecio Cortínez, médico; Saturnino Salas, luego catedrático de física matemática; Juan Bautista Alberdi, Marcos M. Avellaneda, Marcos Paz Vicepresidente de la República con Mitre; Carlos Tejedor, Vicente Fidel López, historiador y “hermano del Himno Nacional”; José Mármol, Miguel Cané padre, Esteban Echeverria y Juan M. Sánchez y Thompson entre otros. A pesar de que ninguno de estos discípulos se dedicó a la ciencia, seguramente Mossotti influyó en ellos por su enfoque de la enseñanza que se originaba en su vocación de investigador.
Otro antecedente importante por la influencia que tuvo en el desarrollo posterior de la física en la Argentina es la creación, en 1871, del Observatorio Astronómico de Córdoba por el Presidente Sarmiento, cuyo primer director fue el astrónomo norteamericano Benjamin Athrop Gould (1824-1896), quien ya era reconocido en el ambiente científico de su país.
La Universidad Nacional de la Plata fue creada en 1884 como una universidad de orientación científica. Su primer Presidente Joaquín V. González se ocupó de organizarla sobre bases sólidas y es de destacarse la creación en 1906, del Instituto de Física dirigido desde 1909 hasta su muerte en 1911, a la edad de 37 años, por el profesor alemán Emil Bose. Su presencia en la Argentina respondía a la política de irradiación cultural iniciada en esos años por Alemania y que trajo al país a otros destacados científicos. Bose había estudiado en Gotinga donde también había sido asistente de Walther Nernst, conocido investigador en el área de la termodinámica. Por eso años se organizaron por primera vez en el país estudios formales en ciencias físicas y el laboratorio de La Plata contaba con moderno equipamiento que Bose ayudó personalmente a instalar. La corta dirección de Bose marcó profundamente al Instituto de La Plata pues consiguió transmitir a los estudiantes el entusiasmo y el amor por el trabajo en el laboratorio.
Por gestión de Bose, la Universidad había contratado al científico alemán, el profesor Richard Gans. Gans fue Director del Instituto a partir de 1912. Con respecto a la actividad de Gans es interesante citar las palabras de Enrique Gaviola: “…El curso de Gans del año 1917 me impresionó en tal forma que al año siguiente, en colaboración con mi condiscípulo Luis Villegas (también mendocino) comenzamos a redactar los apuntes de clase…”. “Es lástima que no hayamos hecho lo mismo con el curso de 1917, mi única disculpa es que yo tenía 16 años…”
“Al final de 1918 hablé con Gans, le mostré los apuntes redactados… y le dije que yo quería estudiar física y no Ingeniería. Me respondió que si quería estudiar física de veras, no podía hacerlo en la Argentina; que tenía que irme al extranjero, preferiblemente a Alemania”.”…Estuve tres semestres en Gotinga. Asistí entre otros a los cursos de Richard Pohl, de James Franck y de Max Born. Pude comparar la calidad de las clases de Gans con las de Pohl: Gans tenía la larga mesa de demostraciones llena de aparatos, pero las experiencias dejaban harto tiempo libre para explicar en la pizarra su significado y su trascendencia. Los experimentos no aparecían como cosa de circo o de magia, sino como el comienzo o el remate de una hipótesis o de una teoría. Ello no era casual, en Gans había un equilibrio poco común entre el teórico y el experimentador, era un maestro en ambos campos…”.
La estadía de Bose y de Gans en la Argentina dió como fruto físicos que luego tuvieron amplia influencia como Ramón G. Loyarte, los hermanos Isnardi, Teófilo y Héctor, Enrique Loedel Palumbo, Hilarrio Magliano y el mismo Gaviola.
Como consecuencia de los contactos con Alemania, el Instituto de Física de La Plata recibió en 1914 una corta pero fructífera visita de Nernst ya reconocido internacionalmente por su formulación del tercer principio de la termodinámica quien dictó un ciclo de conferencias sobre los problemas modernos en su especialidad. Esta visita tuvo tal repercusión que se fletó un tren especial desde Buenos Aires para facilitar la asistencia En las palabras de Loyarte: “…una distinguida concurrencia oyó las clases del eminente maestro, las que versaron sobre algunas aplicaciones especiales de los dos principios, resumidos en la ecuación de Gibbs-Helmholtz. Nernst hizo una crítica profunda del erróneo principio de Thompson, se ocupó del nuevo teorema establecido por él, relativo al valor de la entropía en el cero absoluto y del cálculo de la afinidad química…”
Loyarte sucedió a Gans en la dirección del Instituto de La Plata y su personalidad dominó la actividad del mismo durante muchos años poniendo énfasis en el desarrollo de la labor experimental en particular en espectroscopía óptica, atómica y molecular. Entre 1912 y 1944 habían egresado de la Universidad de La Plata 15 físicos. La mayoría de ellos debía compartir la labor de investigación con tareas docentes en la misma universidad, en la Facultad de Ciencias de Buenos Aires, en los Institutos Militares y en los Colegios Secundarios.
En la Facultad de Ciencias Exactas Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, también conocida como Facultad de Ingeniería, se creó en 1926 la carrera de licenciatura y doctorado en ciencias físico-matemáticas, con las orientaciones física y matemáticas. Inicialmente estas carreras sólo contaron con alumnos interesados en la orientación matemática, debido sobre todo al prestigio de Julio Rey Pastor que dictaba los cursos correspondientes desde 1921. A partir de 1917, fue contratado Teófilo Isnardi con la idea que pudiera iniciar una escuela de física. Sin embargo, él mismo no se mostraba muy entusiasmado con que se estableciera dicha carrera y su gestión se limitó durante mucho tiempo, al dictado de cursos de física general, cosa que también hacía en Río Santiago y La Plata . A pesar de su desinterés en impulsar una escuela en Buenos Aires, debe reconocerse a Teófilo Isnardi el mérito de haber mantenido una enseñanza actualizada y de alto nivel, salvo en lo que respecta a la incorporación de la mecánica cuántica en sus cursos.
Durante 1930 estuvo en Buenos Aires Enrique Gaviola, quien dictó el curso de física matemática y organizó seminarios a los que Isnardi raramente asistía. Gaviola dictó cursos de electromagnetismo, termodinámica de la radiación, teoría cinética y teoría cuántica. Poco tiempo después se alejó de la Universidad, frustrado por las dificultades para implementar sus ideas sobre la enseñanza de la física y la formación de investigadores. De esta manera la Universidad de Buenos Aires siguió formando sólo matemáticos hasta la década del 40.
Gaviola había estudiado en Alemania, en Gotinga y en Berlín. Había sido alumno de Emmy Noether, Max Planck, Max von Laue, Issai Schur, Richard Becker, Peter Pringsheim, Lise Meitner, Walther Nernst y Albert Einstein, además de los ya nombrados más arriba. Trabajó con Pringsheim sobre propiedades ópticas de substancias fluorescentes, en particular estudiando los tiempos de transición. Continuó en esta línea en 1928 en la Johns Hopkins University de Baltimore. Más tarde trabajó en la Carnegie Institution en Washington y se desempeñó en Caltech por dos años, donde comenzó su trabajo en instrumentación óptica con John Strong. Sus primeros trabajos sobre fluorescencia y tiempos de decaimiento de estados excitados del mercurio fueron usados como una valiosa prueba experimental para la fundamentación de la teoría cuántica. Aún mucho tiempo después se encuentran referencias a esos trabajos por parte de autores preocupados por la teoría del decaimiento atómico.
En 1937 Gaviola se incorporó al Observatorio Astronómico de Córdoba encarando importantes labores para mejorar la instrumentación y dando inicio a su actividad como astrónomo y en 1940 asumió la dirección del mismo. Ganó reconocimiento internacional por sus contribuciones al diseño y construcción de instrumentos ópticos, actuando como consultor en la construcción del espejo de 2.5 m de diámetro para el Observatorio de Mount Wilson y del de 5 m (Gran Reflector) de Mount Palomar.
En 1943 concretó la incorporación del profesor Guido Beck a Córdoba. Esto marcó un hito en la historia de la física en la Argentina. Beck se consideraba ciudadano austríaco, ya que había nacido en 1903 en Liberec, que en ese entonces formaba parte del imperio austro-húngaro. Había estudiado física en Viena entre 1921 y 1925 y su trabajo de tesis fue dirigido por el Prof. Hans Thirring. Entre 1928 y 1930 fue asistente de Heisenberg, en Leipzig, y allí compartió ese cargo con Félix Bloch. Esa fue la época de oro de la física teórica europea en los años de la formulación de la mecánica cuántica. El Instituto de Leipzig era visitado por físicos de la talla de Peter Debye, Edward Teller, Rudolf Peierls y Lev Landau entre otros y que años más tarde ganaron una bien merecida reputación por sus trabajos.
Beck había trabajado en relatividad general, fue pionero en la formulación del modelo de capas del núcleo atómico y estaba preocupado por la respuesta que la electrodinámica cuántica daba sobre la estructura del electrón y los procesos de emisión atómica. Había participado muchas veces de las reuniones organizadas por Niels Bohr en Copenhague y era ciertamente un físico reconocido. Cuando Gaviola lo trajo al Observatorio en 1943, Beck venía de la Universidad de Coimbra en Portugal donde había llegado después de estar internado en un campo de concentración cerca de Grenoble.
Su influencia se hizo notar enseguida, no sólo en el Observatorio, sino también en el resto del país. En la lista de actividades del Observatorio de aquel del año 1943 ya figuran tres trabajos suyos, además de una conferencia sobre partículas elementales en la Universidad de Tucumán y cuatro conferencias en la Universidad de Buenos Aires, sobre trabajos recientes de la aplicación de la mecánica cuántica a la electrodinámica. Beck alentó a los físicos jóvenes y a los estudiantes de Buenos Aires y La Plata, donde su número era mayor, a reunirse en seminarios para discutir problemas actuales publicados en revistas internacionales, sugiriendo a varios de ellos temas de investigación en áreas muy diversas.
Como resultado de la inyección de novedades que trajo la visita de Beck, se formaron la Agrupación de Estudiantes de Física en La Plata y el Núcleo de Estudiantes de Física en Buenos Aires. En la primera actuaban Fidel Alsina, Mario Bunge, Jacobo Goldschvarz, Ernesto Bertomeu, Mario Poggio y Mercedes Corvalán. En el Núcleo de Buenos Aires actuaban José F. Westerkamp, Estrella M. de Mathov, Adulio Cicchini, Waldemar Kowalewski y Cecilia Mossin Kotin. Estos grupos trabajaban en reuniones de seminario semanal o quincenalmente para informar y discutir problemas de física y asignar la lectura de las pocas revistas científicas a las que tenían acceso, para su comentario. También se realizaban reuniones conjuntas con la participación de físicos y astrónomos de todo el país.
Esta actividad llevó a que en agosto de 1944 se decidiera la creación de la Asociación Física Argentina. Como dato indicativo para mostrar el atraso que tenía el país en el desarrollo de la física, vale la pena señalar que la Unión Química Argentina se había creado en 1912 y la Unión Matemática Argentina en 1936. Es interesante notar que en el acta de fundación de la AFA figuran 26 nombres, de los que solamente cuatro eran doctores en física. El acta de fundación es un modelo de concisión, ocupa una sola página, y entre otras cosas define la finalidad de la AFA como de : ” reunir a todos aquellos que en la República Argentina cultivan el estudio de la física y de la astronomía y fomentar en todas las formas que estén a su alcance el adelanto de dichas ciencias”. “Se resuelve (que) con el mínimo de reglamentaciones y disposiciones estatutarias se pondrá, ante todo, la mejor buena voluntad por parte de sus miembros para el logro de los fines señalados”. El primer presidente fue Enrique Gaviola, y los secretarios locales fueron: en Córdoba Guido Beck, en La Plata Enrique Loedel Palumbo y en Buenos Aires Ernesto Galloni. La AFA mantuvo dos reuniones anuales en mayo y en octubre a partir de ese momento y jugó un papel muy importante en el desarrollo de la física en la Argentina.
Beck y Gaviola crearon en el Observatorio de Córdoba un ambiente de estudio y trabajo comparable a los que existían en institutos europeos. Este ambiente inauguró una nueva modalidad en la física argentina: las visitas al mismo por temporadas más o menos largas se convirtieron en una necesidad para quienes quisieran realmente trabajar en temas originales. Entre los que se acercaron, estuvieron José A. Balseiro, Damián Canals Frau, Mario Bunge, Alberto Maiztegui, Fidel Alsina y otros, como también varios jóvenes brasileños.
José Antonio Balseiro había estudiado en La Plata con una beca otorgada por la Universidad de Córdoba y que, debido a sus calificaciones sobresalientes, mantuvo hasta que se recibió en diciembre de 1944. Manuel Sadosky lo recuerda como un estudiante fuera de lo común, apasionado por su vocación, característica que ya se destacaba en él desde la escuela secundaria, que cursó en el Colegio Monserrat de la Universidad de Córdoba. En marzo de 1945 se incorporó al Observatorio con un cargo de asistente y para esa fecha ya tenía varios trabajos publicados en las revistas argentinas, algunos de ellos sobre temas experimentales. Uno de estos trabajos, que publicó juntamente con Antonio Rodríguez en la Revista de la Universidad de La Plata, sobre las propiedades ópticas del plasma sanguíneo, fue comentado en una nota bibliográfica en la prestigiosa Nature.
Bajo la dirección de Guido Beck encaró el estudio de temas avanzados de física teórica y completó varios trabajos de investigación que fueron publicados en el país y en el exterior. En 1947 volvió a La Plata donde se hizo cargo del curso de Física Experimental, posición que obtuvo por concurso. En esta etapa se destacó por su preocupación por el mejoramiento de la enseñanza y la organización de la investigación en la universidad. A pesar de su juventud, los documentos suyos de esa época son un modelo de claridad y profundidad.
Con el apoyo y los contactos que estableció para él Guido Beck, y luego de varios intentos frustrados, en 1950 Balseiro viajó a Manchester con una beca del Consejo Británico a trabajar con el Profesor Leon Rosenfeld, encarando temas de investigación de vanguardia en física nuclear y teoría de campos. En el primer caso el trabajo versó sobre la descripción de la estructura nuclear a partir de potenciales modelo y en el segundo sobre la generalización de la ecuación de Dirac, que ya había probado su eficacia en la descripción del electrón. Si bien este viaje le permitió entrar en contacto con el ambiente científico internacional, en lo personal significó un sacrificio para él y su familia ya que el monto de la beca y la situación de post guerra que se vivía en Inglaterra, le impidieron llevar consigo a su esposa e hija.
El ambiente de Manchester, estimulante en el plano científico, también le hizo vivir penurias impensables para un argentino en ese momento, viéndose obligado en más de una ocasión a canjear algunos paquetes de comida que le enviaba su familia por cupones de racionamiento para adquirir carbón a fin de combatir el duro y húmedo invierno inglés.
Mientras tanto la situación en las universidades argentinas se había deteriorado. Presiones políticas obligaron a muchos académicos a renunciar a sus cargos y otros fueron separados de los mismos cuando no adherían explícitamente al partido gobernante.
En 1948 el físico alemán Ronald Richter presentó al Presidente Perón un proyecto para desarrollar la fusión nuclear controlada, posibilidad que en ese momento no había logrado ningún laboratorio en el mundo y que aún hoy es un tema de gran interés porque implicaría contar con una fuente prácticamente inagotable de energía, que se pensaba utilizar en la transformación industrial del país. Esto entusiasmó al gobierno y Richter inició sus trabajos en el Instituto Aeronáutico de Córdoba donde por otra parte el Ing. Kurt Tank llevaba a cabo experiencias exitosas en el diseño y construcción de aviones retropropulsados.
Richter tenía una personalidad conflictiva que lo llevó a decir en su momento que las instalaciones con que contaba en Córdoba eran inadecuadas y que el éxito de su programa requería de mayor aislamiento y más estrictas medidas de seguridad. Luego de evaluar varias alternativas, a fines de 1949 y principios de 1950 se inició el montaje de los laboratorios en la Isla Huemul. En marzo de 1951 comunicó a Perón que los experimentos habían sido exitosos y el gobierno anunció: “El 16 de febrero de 1951 en la Planta Piloto de Energía Atómica en la Isla Huemul, de San Carlos de Bariloche, se llevaron a cabo reacciones termonucleares bajo condiciones de control en escala técnica”.
La Comisión Nacional de Energía Atómica a cuyo frente estuvo primeramente el Coronel Enrique P. González y a partir de 1952 el Capitán de Fragata Pedro Iraolagoitia, había sido creada en mayo de 1950. Tenía entre sus objetivos brindar apoyo al proyecto Huemul, pero no se limitó a esto sino que, primero González y luego Iraolagoitia en mayor medida, consultaron a los expertos que tenían a la mano sobre la idoneidad de Richter y la veracidad de sus afirmaciones.
Es así como en septiembre de 1952 la Isla Huemul fue visitada por una comisión fiscalizadora integrada por José Antonio Balseiro, Mario Bancora, Manuel Beninson, Pedro Bussolini y Otto Gamba. Los pormenores sobre la constitución de esta comisión fiscalizadora y sus conclusiones están muy bien descriptas y documentadas en el libro “El Secreto Atómico de Huemul” de Mario Mariscotti.
Balseiro fue traído especialmente de Manchester para integrar esta comisión. Su participación en la misma fue en realidad fortuita, pero finalmente resultó una de las más relevantes. Su informe es conciso y sobrio y los argumentos dados en el mismo, asi como el detallado análisis del dispositivo experimental hecho por el Ing. Bancora, fueron decisivos cuando a los pocos meses Iraolagoitia dio por concluído el Proyecto Huemul.
Luego de esto Balseiro y Bancora quedaron vinculados a la Comisión Nacional de Energía Atómica a la que se habían incorporado otros científicos que volvían del exterior como también algunos que habían dejado la Universidad. Al concluirse el Proyecto Huemul, la CNEA ya había iniciado actividades de investigación en sus instalaciones de Buenos Aires. Así se habían comprado el sincrociclotrón y un acelerador de cascadas que dieron origen al desarrollo de la física nuclear en la Argentina. Se formó un grupo de radioquímica que bajo la dirección del Prof. Walter Seelman-Eggebert hizo aportes originales identificando diversos isótopos nuevos. Grupos de radiación cósmica que se habían iniciado en la UBA, encontraron su ámbito allí. Al poco tiempo se iniciaron actividades en metalurgia, ya que para ese entonces la Comisión de Energía Atómica había decidido que se dedicaría a desarrollar las bases necesarias para la tecnología de reactores cubriendo todas las áreas científicas conexas.
En este contexto, distintas ideas surgieron sobre el destino de las instalaciones de Bariloche. Ya en 1953 algunos de los que asesoraban a la CNEA se inclinaban por la creación de un Instituto de Física, a pesar de varias opiniones en contra de otras personalidades. La experiencia de Huemul demostró a muchos que el país tenía un gran déficit de físicos, especialidad que había probado ser importante para el avance industrial de los países desarrollados.
Era claro que si la CNEA se embarcaba en una actividad académica debía hacerlo con características distintivas a lo que ocurría en las Universidades. Para ello existía el antecedente de la intensa dedicación que Gaviola había prestado en la década del 40 a la idea de concretar una universidad privada que reuniera especialidades de física, biología y medicina. En su momento había discutido ampliamente estas ideas con el Gral. Manuel Savio, con Eduardo Braun Menéndez, con Bernardo Houssay y con muchos destacados miembros del sector industrial del país. Por distintos motivos, no siempre ajenos a su personalidad, estas ideas no habían podido concretarse.
Cuando en 1953 se evaluaba la posibilidad de un Instituto de Física en Bariloche, Balseiro y Bancora se abocaron por un lado a convencer a Iraolagoitía de la conveniencia de apoyar el proyecto y por el otro a Gaviola de que aceptara hacerse cargo de la dirección, ya que con sus antecedentes académicos, era un candidato inevitable para dirigir el Instituto. En julio de 1953, presentó un proyecto detallado en el que figuraban los nombres de tres profesores para acompañarlo, uno de los cuales era Balseiro. Se contemplaba la selección de los estudiantes a partir del primer año, los que serían elegidos mediante un riguroso examen que tuviera en cuenta no sólo sus capacidades intelectuales sino también sus condiciones psicológicas. A raíz de sus demandas de orden organizativo y presupuestario, Gaviola tuvo dificultades para lograr la aceptación de su propuesta y por setiembre de 1953, luego de una tumultuosa reunión se dieron por terminadas las conversaciones.
Además de desempeñar tareas de investigación en la CNEA, a su regreso al país Balseiro se había incorporado a la docencia en la Universidad de Buenos Aires. Según el testimonio de sus alumnos de la época, gozaba de prestigio en el ambiente académico por su labor de investigación y pronto ganó respeto también por la amplitud de criterio con que encaraba la actividad docente. En su renuncia a la cátedra de física teórica en la UBA para incorporarse a Bariloche, hace una reseña de su labor y aclara que había ingresado a la misma como profesor de Física Matemática I, prefiriendo no reintegrarse a La Plata debido a que el entonces Rector había ordenado la cesantía de Gans, regresado a la Argentina en 1947, y a quien las autoridades de la UBA habían prometido incorporar y eventualmente ponerlo al frente de la dirección del Instituto de Física de la misma.
Continúa en su renuncia: “…Como no existían otros profesores en los últimos años del doctorado en física debí encargarme del dictado ad-honorem de los cursos de mecánica y del otro curso de física teórica. Cuando se produjo la muerte del Dr. Gans debí encargarme igualmente del curso de mecánica estadística y de los cursos de seminario”. “A pesar de las dificultades y trabas existentes pude organizar la cátedra de física teórica como entiendo debe serlo una cátedra de esta naturaleza indivisible respecto de la labor de investigación”. Acorde con esta filosofía sus jefes de trabajos prácticos y ayudantes encararon bajo su dirección trabajos originales de investigación.
En mayo de 1954 Balseiro se hizo cargo de la dirección del Instituto de Física de la UBA y ante las dificultades para disponer de fondos para dotar dos cátedras fundamentales propuso a las autoridades de la CNEA que financiaran estos gastos. Con este esquema sugirió dos designaciones una de las cuales fue objetada por razones políticas. Desalentado por esto “…inicié gestiones de índole muy distinta para desarrollar mi labor en un ambiente donde tales cosas no puedan ocurrir.”
El Instituto de Física de San Carlos de Bariloche cobró vida formalmente al firmarse el convenio entre la Comisión Nacional de Energía Atómica y la Universidad Nacional de Cuyo el 22 de abril de 1955, la primera representada por el Capitán Iraolagoitia, y la segunda por el Ingeniero Roberto V. Carretero. El 1º de agosto se iniciaron las actividades del Instituto, con Balseiro como Director. Se incorporaron quince alumnos becados seleccionados de entre los treinta y tres candidatos que se presentaron. Los cursos correspondían al primer cuatrimestre del tercer año ya que el plan de estudio contemplaba, como hasta ahora, que los cursos previos se cursaran en cualquier Universidad del país. Las materias eran: Electromagnetismo a cargo de Balseiro, Mecánica a cargo de Luis Moretti, Matemática a cargo de Manuel Balanzat, Física Experimental a cargo de Wolfgang Meckbach y Química a cargo de Mario Foglio. Los nombrados contaban con la asistencia de Alberto Maiztegui, Sulmo Mariano, José Tamagno y Tomás Buch.
Moretti era un físico italiano que se había incorporado en Córdoba al Instituto Aerotécnico y a la Universidad, Balanzat uno de los matemáticos españoles con cuyo exilio la dictadura de Franco contribuyó a la ciencia argentina y Meckbach un joven físico alemán que había hecho una corta estadía en Bahía Blanca y La Plata. Mario Foglio había iniciado su trabajo de tesis bajo la dirección de Balseiro en la Universidad de Buenos Aires.
El Instituto de Física funcionaba en el marco de la Planta Experimental de Altas Temperaturas que incluía un Departamento de Investigaciones a cuyo frente estuvo desde 1956 Manlio Abele, otro italiano que provenía de Córdoba. Los planes de investigación estaban orientados hacia la experimentación de física de plasmas, rama en la cual en esa época todavía se podían hacer aportes originales con equipo relativamente económico. A partir de 1958 Balseiro tomó a su cargo la dirección de toda la Institución que para entonces ya se denominaba Centro Atómico Bariloche.
En junio de 1958 se graduó la primera promoción de licenciados en física y en agosto de ese mismo año se presentó ante la Universidad de Cuyo la primera tesis doctoral, la de L. M. Falicov, dirigida por Balseiro. En junio de 1961 en una disertación ante la Sociedad Científica Argentina decía el Dr. Balseiro ” el Instituto de Bariloche ha gozado desde hace algún tiempo de cierto prestigio nacional e internacional. Se puede asegurar que hemos sido afortunados de que nos dieran ese prestigio a crédito, en el sentido de que la labor desarrollada hasta hace poco tiempo era únicamente una labor docente, pero un instituto de esta naturaleza no se justifica solamente porque enseña; enseñar para ser físico significa enseñar a ser investigadores y no se puede enseñar a ser investigadores si no se investiga. La investigación es una disciplina que se aprende al lado de aquel que sabe hacerlo. Éramos muy conscientes cuando el Instituto de Bariloche inició sus actividades de que íbamos a tener dificultades, de que se necesitaba una programación muy cuidadosa y de qué es lo que se esperaba.”
Las dos ramas fundamentales que se decidió desarrollar en Bariloche fueron la física del estado sólido y la física nuclear. Balseiro intentaba desarrollar un programa de investigación que atendiera a los intereses de la CNEA y otros intereses técnicos del país. Así se encararon programas en metalurgia de relevancia para la tecnología de reactores, y de daño por radiación. Con ese objetivo se planeó la construcción de un acelerador lineal de electrones a fin de producir daño por radiación con electrones o con radiación gamma.
Ricardo Platzeck quien había sido estrecho colaborador de Gaviola en el Observatorio de Córdoba, se incorporó al Instituto en octubre de 1955 y tenía a su cargo la responsabilidad de la construcción del acelerador. La formación experimental de los alumnos era un aspecto que se tuvo muy en cuenta desde el principio dadas las dificultades tradicionales en las universidades argentinas en este aspecto, debido a la concurrencia de factores presupuestarios y culturales, que tienden a menospreciar el trabajo manual. En 1962 el CAB-IB contaba con laboratorios de investigación en bajas temperaturas, física de metales, resonancia paramagnética electrónica y física nuclear. A la fecha, salvo la última que fue abandonada, las otras actividades se han afianzado alcanzando un nivel de reconocimiento internacional.
La tarea de Balseiro al frente del Centro Atómico y del Instituto fue pesada y cargada de dificultades. Por distintos motivos, en 1961 algunos de los profesores que lo habían acompañado en las etapas iniciales ya no estaban en Bariloche, y tuvo que tomar a su cargo junto a las tareas administrativas y de dirección, el dictado simultáneo de hasta tres cursos por cuatrimestre. Se sumaban a esto las dificultades presupuestarias, que llevaron a buscar apoyo de diversas fuentes.
Para asegurar el funcionamiento del Instituto fue fundamental el aporte de organismos internacionales como la Unión Panamericana, Unesco, OEA y OIEA, entre otros que contrataban profesores visitantes. La participación de los egresados jóvenes que comenzaron a hacerse cargo del dictado de algunos cursos permitió la continuidad que se veía amenazada por la falta de profesores más experimentados. Balseiro murió a los 42 años, en marzo de 1962 cuando empezaba a ver el fruto de su esfuerzo, lo que lo llevo a expresar en la ya citada disertación a la Sociedad Científica Argentina ” valía la pena haber hecho la tentativa de Bariloche”. Parte de este fruto fue el haber transmitido a sus discípulos una mística especial que los hizo luchar contra las adversidades que se fueron presentando luego de su desaparición, y que posibilitó el afianzamiento posterior de la institución.
A fines de 1962 Carlos A. Mallmann se hizo cargo de la dirección. Ese año el Instituto recibió el nombre de Instituto de Física ¨Dr. José A. Balseiro¨. En 1976 al incorporarse la carrera de Ingeniería Nuclear, el nombre pasó a ser el actual, es decir Instituto Balseiro. En 1966 Mallmann se hizo cargo de la Presidencia de la Fundación Bariloche que acababa de crearse y fue reemplazado en su cargo por Ricardo Platzeck quien permaneció hasta mayo de 1968. A partir de ese momento los sucesivos directores del CAB-IB han sido egresados del Instituto, seis en veintiséis años, probando que la idea de desarrollarlo en una ubicación geográfica alejada de los centros de poder, que lo mantuvo a salvo de los diversos avatares del país, fue acertada.
Desde 1962 hasta 1971 se fueron consolidando diversos grupos de investigación en un ambiente de amplia libertad académica y el Centro fue ganando prestigio y reconocimiento tanto por la calidad de los trabajos realizados como por el papel que desempeñaban sus egresados en el exterior. En 1972, por iniciativa de uno de los egresados, se inició el Programa de Investigación Aplicada, que significó una importante innovación en la política científica del CAB-IB. El objetivo era, sobre la base de la experiencia adquirida en la realización de investigación, encarar problemas de interés práctico, tanto de la CNEA como de la industria en general. El incremento de estas actividades llevaron en 1976 a la creación de la empresa INVAP S. E. en asociación con la Provincia de Río Negro. Esta empresa ha ejecutado diversos proyectos nucleares y ha tenido éxito en la exportación de plantas nucleares experimentales. INVAP, subproducto de la actividad del CAB-IB, participa hoy en la construcción e instrumentación de un satélite experimental argentino que será transportado en un vehículo de la NASA.
En 1977 el gobierno nacional estableció un ambicioso programa de desarrollo de la energía nuclear que preveía la instalación hasta fin de siglo de seis centrales nucleares de potencia para atender la demanda energética del país. En ese marco, la CNEA decidió iniciar en el Instituto Balseiro la carrera de ingeniería nuclear, que debería incorporar a la formación de ingenieros la experiencia adquirida en la formación de físicos. Esta ampliación de actividades contó con el apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Entre los aspectos salientes de la nueva carrera cabe señalar que se preveía dotar a los ingenieros de una amplia formación básica y se pensó, desde el principio en la posibilidad que accedieran al doctorado. Esto representa una novedad en la formación en ingeniería en la Argentina, dada la poca difusión que la realización de investigación y desarrollo tiene en nuestras universidades. Es así que el IB cuenta hoy entre sus egresados con un importante número de doctores en ingeniería.
Al iniciar sus actividades el Instituto en 1955, Bariloche contaba con algo más de diez mil habitantes. La vida en el Centro Atómico suplía con una intensa actividad cultural las carencias del medio. Es así que se desarrollaban actividades de teatro, corales, funcionaba un cine-club y actuaban todos los artistas de nivel que venían a Bariloche o que eran especialmente invitados por iniciativa de los profesores o del Centro de Estudiantes. A pesar de esto la limitación fijada por la ciudad-pueblo era una dificultad para atraer nuevos profesores en forma permanente, sobre todo por las circunstancias que debían superar las familias. Afrontar el invierno con sistemas de calefacción a leña, cuyo manejo no formaba parte de la cultura urbana argentina, no era un desafío fácil. Sin embargo, y gracias fundamentalmente al apoyo de la CNEA y a la confianza que el Instituto despertaba en la UNC, el CAB-IB creció a un ritmo no siempre constante, pero sin interrupciones.
Cuarenta años más tardes cuenta con cien alumnos en las dos carreras de grado, unos sesenta alumnos de postgrado, y su cuerpo docente es de unas cien personas. El CAB tiene hoy un Departamento de Investigación Básica, un Departamento de Investigación Aplicada y uno de Ingeniería Nuclear. La producción científica del centro consiste en unos doscientos trabajos por año en revistas internacionales con referato; además se ejecutan un importante número de contratos con la industria en diversos temas de desarrollo y de ingeniería no convencional. Los estudiantes colaboran en muchos de estos trabajos dado que el régimen de estudios prevé su participación a través de una materia específica. El impulso de esta sangre joven, con la experiencia de los mayores, mantiene la actividad del CAB-IB. El reconocimiento a nivel nacional e internacional es un justo tributo a la memoria de José Antonio Balseiro.
Bibliografía
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Ediciones CNEA-CNEA 493
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